La Madre Bernarda se acercaba a los 76 años de vida, de los cuales 56 vivió como consagrada, 38 de estos en la Congregación, que floreció bajo el calor de su vida testimonial en las misiones de América Latina.
Eran las cinco de la mañana de un memorable lunes 19 de Mayo de 1924, en la ciudad de Cartagena-Colombia, cuando la Madre Bernarda pasó a la Casa del Padre, la fundadora santa, la madre tierna, la mujer diáfana, la religiosa coherente y fiel, la gran misionera; aquella que buscó incansablemente asemejarse al Maestro, quién se despojó totalmente de sí misma hasta identificarse íntimamente con Cristo en la Cruz. (Pág. 242 del Libro “Una Vida Luminosa”)