Las reflexiones que hemos tenido en varios encuentros con hermanas y hermanos que comparten con nosotras la común vocación a la Vida Consagrada, nos han ayudado a vislumbrar un aligeramiento de nuestras estructuras con “vida nueva y espíritu evangélico” (EG 26), por medio de unos criterios que garanticen una reestructuración humanizante y evangelizadora. Tenerlos en cuenta nos ayudará a adelantar procesos que nos conviertan en signos de profecía y de esperanza.
- La Palabra de Dios, la voz de la Iglesia y el carisma han de iluminar y determinar el proceso.
- El proceso ha de ser orante, dialogal y en actitud de discernimiento permanente, centrado en lo esencial de la Vida Consagrada.
- La reestructuración comienza con la conversión personal y fraterna, pastoral y estructural, con apertura de mente, de corazón y compromiso efectivo.
- La escucha y la participación activa de las hermanas será determinante y definitiva.
- La escucha a los laicos que comparten espiritualidad y misión con nosotras es valiosa y fecunda.
- La definición de los proyectos orientará el camino y asegurará los logros.
- La realidad de cada Provincia debe ser siempre un punto de partida.
- El uso de los medios tecnológicos de comunicación permite socializar la experiencia y enriquecerla.
- El gobierno general es el responsable de la dinamización del proceso, con la colaboración de los gobiernos provinciales y los equipos necesarios.
- Las asesorías garantizan la efectividad del proceso.
- El proceso debe responder permanentemente a los desafíos de la realidad.
- Los aspectos que se reestructuren se integrarán en las Constituciones y Directorio General.